Recojamos los estragos (primera parte)
Alaba, alma mía, al Señor, y no olvides ninguno de sus beneficios. Él perdona todos tus pecados y sana todas tus dolencias.
Al igual que los fuertes vientos derriban árboles, rompen techos y desordenan el lugar por donde pasan, lo mismo sucede con nosotros. A veces permitimos que lleguen a nuestra vida los vientos representados por malos hábitos, amistades que no nos aportan nada positivo y decisiones que destruyen lo que nos ha dado Dios y lo que Él construyó con tanto amor. Además, puede ser que en muchos casos veamos y experimentemos los vientos de poca intensidad y que creamos que no corremos peligro, pero esos también hacen daño y dejan consecuencias.
Recuerda que nosotros no tenemos el control de nuestra vida. Somos seres humanos que nos dejamos llevar por las circunstancias. Así que cuando queremos apartarnos del problema, estamos en pleno torbellino.
Incluso, hay vientos que nos golpean tan fuerte que no nos dan la oportunidad de refugiarnos, ya que hemos permitido que impacte nuestra vida de frente. Entonces, cuando pasa esa tempestad de pruebas y desolación, nos damos cuenta de lo que hicimos y solo vemos los estragos y la destrucción. Esto nos duele en el alma, pues no evitamos lo que estamos viviendo. Ante eso nos preguntamos: «¿Quién podrá ayudarnos? ¿Acaso será Dios?».
Sin duda, hay esperanza aun en medio de las pruebas y nos podremos levantar con la ayuda y la dirección del Señor.
Un Día a la Vez Copyright © by Claudia Pinzón
Al igual que los fuertes vientos derriban árboles, rompen techos y desordenan el lugar por donde pasan, lo mismo sucede con nosotros.
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