Dios no te ha abandonado
El Señor omnipotente enjugará las lágrimas de todo rostro, y quitará de toda la tierra el oprobio de su pueblo. El Señor mismo lo ha dicho.
— Isaías 25:8 (NVI)
A pesar de lo que hacemos en nuestra manera de vivir, vemos la mano de Dios.
Naigir, un hombre de bien y buena familia, es otro amigo que tuve la oportunidad de conocer. Un día, por ambición, acepta hacer uno de esos trabajitos por dinero. Sin pensarlo dos veces, se lanza y lo sorprenden. Lo que una vez le dijera un aparente amigo: «Tranquilo, todo está fríamente calculado», se convirtió en la pesadilla de su vida. Cae preso y sin ningún familiar en Estados Unidos. Lo que era una gran ambición quizá por ganarse unos cuantos verdes, se volvió en la más horrible de las tragedias.
Al igual que Víctor, conoce de Dios en ese lugar y empieza el cambio en su vida. Su testimonio llega a mis manos con una desgarradora carta, donde me pide que llame a su hijita por la radio el día del cumpleaños. Además, me pide que no le dijera a su hija dónde estaba.
Llegó el día e hicimos la llamada en mi programa radial «Buenos Días Familia». Cuando esa nena de solo ocho años de edad pasa al teléfono, escucha que es una sorpresa de su papá que dejó de ver de un día para otro hace cuatro años. Entonces se quebrantó y lloró de tal manera que todos en cabina quedamos en silencio.
¿Por qué llegar hasta el extremo de Naigir? Porque no nos conformamos con creerle a Dios. Dejemos que sea Dios el que nos provea todo lo que necesitamos. No vale la pena poner en riesgo nuestros hijos y nuestra felicidad. Recordemos que aunque Dios nos perdona, todo lo que hacemos mal tiene sus consecuencias.
Un Día a la Vez Copyright © by Claudia Pinzón
A pesar de lo que hacemos en nuestra manera de vivir, vemos la mano de Dios.
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