Leer: 1 Pedro 4:7-11 | La Biblia en un año: Marcos 13:1-20
Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros… (1 Pedro 4:10).
Hace poco, durante unas vacaciones, le di descanso a mi afeitadora
y me dejé la barba. Hubo varias reacciones de amigos y compañeros de
trabajo… en su mayoría, elogios. Pero, un día, me miré y dije: «No soy
yo». Así que reapareció la maquinita.
He estado reflexionando sobre quiénes somos y por qué una cosa u otra
se adecua a nuestra personalidad. En esencia, se debe a que Dios nos ha
hecho distintos y con preferencias particulares: diferentes
pasatiempos, comidas e iglesias donde reunirnos. Cada persona es única,
formidable y maravillosa (Salmo 139:14), y singularmente dotada para
servir a los demás (1 Pedro 4:10-11).
Los discípulos no evaluaron sus cualidades antes de entrar en el
mundo de Jesús. Pedro, tan impulsivo, le cortó la oreja a un sirviente
cuando arrestaron al Señor. Tomás insistió en ver pruebas antes de creer
que Cristo había resucitado. Pero el Señor no los rechazó porque les
faltara crecer espiritualmente, sino que los moldeó para servir a Dios.
A veces, al considerar cómo y dónde estamos usando nuestros talentos y
características en el servicio al Señor, deberíamos decir: «No soy yo».
Quizá Dios nos pida que dejemos lo que nos es cómodo, para que sirvamos
adecuadamente a sus buenos propósitos. Al hacerlo, lo honramos.
Señor, guíame para usar bien mis particularidades.
No hay personas comunes y corrientes; fuimos creados para ser únicos.
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