Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos (Salmo 139:23).
El día que mi esposo y yo empezamos nuestra travesía de
cuidar a nuestros padres ancianos, fue como tomarnos del brazo y sentir
que estábamos cayendo por un precipicio. No sabíamos que, durante ese
proceso, la tarea más difícil sería permitir que Dios examinara y
moldeara nuestros corazones a fin de usar ese tiempo especial para que
aprendiéramos nuevas maneras de ser como Él.
Los días en que sentía que me hundía en la tierra en una
descontrolada caída libre, Dios me mostraba mis prioridades, mis
reservas, mis miedos, mi orgullo y mi egoísmo. Utilizó mis grietas para
mostrarme su amor y su perdón.
El pastor de mi iglesia dice: «El mejor día es aquel en
que ves quién eres en realidad: alguien desesperado sin Cristo. Luego,
te ves como Cristo te ve: completo en Él». Esta fue la bendición que
experimenté al cuidar a mis padres. Cuando veía para qué me había creado
Dios, corría llorando hacia sus brazos, y clamaba con el salmista:
«Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis
pensamientos» (Salmo 139:23).
Esta es mi oración por ti: que, al verte en medio de tus
circunstancias, corras hacia los brazos abiertos, amorosos y
perdonadores de Dios.
Señor, necesito tu amor, sabiduría y gracia. Examina, conoce y sana mi corazón.
Cuando la preocupación se instala, las fuerzas se van; pero estas vuelven cuando corremos hacia Dios.
No comments:
Post a Comment